Select Page

Sabiduría

4 Jul 2020 | Otros

Si se nos pide que digamos qué es la sabiduría, nos cuesta trabajo responder. Pero no dudaríamos si hubiera que elegir, entre Donald Trump y Nelson Mandela, al individuo más sabio. Tenemos una comprensión tácita de lo que implica ser sabio.

En los últimos años, el interés en la sabiduría como atributo humano y en sus bases neurobiológicas ha crecido entre quienes nos dedicamos a trabajar por la salud mental. ¿Es posible definir con exactitud la sabiduría? ¿Qué ventajas tiene?

Los doctores Meeks y Jeste, psiquiatras dedicados al estudio del envejecimiento exitoso, han hecho una lista de las cualidades o actitudes que caracterizan a la persona sabia. De allí puede integrarse la siguiente descripción:

La persona sabia cultiva los sentimientos positivos y busca el bien común. Tiene amplia experiencia de la vida y de la naturaleza humana, y también un gran conocimiento práctico sobre cómo vivir y relacionarse. Sabe reconocer sus emociones y regularlas. Le gusta ponerse en los zapatos del otro y examinar los problemas desde diversos puntos de vista. Es tolerante, porque tiene en cuenta que los valores de una persona son relativos a su edad, su circunstancia y su cultura. Entiende a fondo las situaciones complejas y no se asusta ante la incertidumbre. Cuando algo le sale mal no se desquita con otros ni los culpa. Si le señalan un error lo acepta, y reconoce con naturalidad que es mucho lo que ignora. Toma decisiones de acuerdo a lo que pide el momento, y no de acuerdo a lo que le conviene o a lo que le gustaría. Se mantiene optimista ante las dificultades, sin negar que existen.

Hay maneras de entrenar la sabiduría personal. Hace algunas semanas, un grupo de expertos publicó en la revista JAMA Psychiatry un estudio sobre la eficacia de una serie de intervenciones (psicoterapia, meditación, enseñanza de técnicas para resolver conflictos) dirigidas a fortalecer los componentes sociales, emocionales y espirituales de la sabiduría. Para los autores, la sabiduría es un conjunto de destrezas en las que la persona se vuelve mas competente mientras más practica.

Así sucede con la regulación de las emociones: no se trata de suprimirlas o negarles salida, sino de reconocerlas sin miedo y entender que no tienen por qué arrastrarte u obligarte a hacer cosas de las que después te arrepientas. También la capacidad para la empatía y para sostener una actitud positiva hacia los demás, que son aspectos sociales de la sabiduría, se acrecientan con la práctica.

La experiencia subjetiva de trascendencia y la capacidad de maravillarse ante todo aquello cuya grandeza supera nuestra comprensión conforman lo que se ha llamado componente espiritual de la sabiduría (no necesariamente ligado a alguna religión establecida). Permite a la persona poner sus problemas personales en perspectiva para no ahogase en un vaso de agua, así como tomar fuerzas en la contemplación de la belleza natural o artística.

Estas cualidades y destrezas no son propias nada más de unos cuantos seres excepcionales. Muchas personas, jóvenes o de edad madura, las tienen en mayor o menor grado: la sabiduría está distribuida entre los seres humanos como lo están la inteligencia, la fuerza o la belleza. A las personas sabias les va mejor en términos de salud mental y física y satisfacción ante la vida, y no suelen sufrir de soledad. Son más resilientes, es decir, se recuperan mejor de los golpes de la vida.

Desde el punto de vista práctico, vale la pena ser sabio. Sobre todo en tiempos de pandemia, tan cargados de momentos difíciles de todos tipos.

Referencias

Meeks, T.W.; Jeste, D.V. (2009) Neurobiology of Wisdom: A Literature Overview Lee, E.E.; Bangen, K.J. et al. (2020) Outcomes of Randomized Clinical Trials of Interventions to Enhance Social, Emotional and Spiritual Components of Wisdom.